EL PODER DE LA PRENSA

La ocasión es, sin duda, propicia para meditar, dado los acontecimientos sociales del Perú. En tal sentido, ¿cuántas veces hemos oído que la prensa es el cuarto poder? La tradición popular, literaria e incluso la cinematográfica nos han trasladado que la información es un poder muy importante.

Para responder a esta pregunta, comencemos por distinguir entre el poder de la prensa y la prensa del poder. La prensa ha luchado desde sus orígenes por la libertad de expresión con éxito resonante en el mundo civilizado; no se concibe la sociedad moderna sin libertad de prensa.

La prensa (radio, visual o escrita) debe cumplir tres reglas básicas: contarnos todo lo que ocurre en nuestro mundo (informar); ayudarnos a adquirir conocimiento interpretando esa realidad a la par que nos la cuentan (formar); y hacerlo de forma amena (entretener). Además, la relación mediadora que realiza la prensa -como el resto de los medios de comunicación- entre la sociedad y los lectores nos permite entender todo lo que ocurre y llevar a cabo una mejor adaptación a nuestro entorno e incluso modificarlo.

Pero, al cotejar este accionar en el Perú, nos damos cuenta de que la misión periodística de la nación inca ha ido en claro proceso de retroceso. La prensa peruana, en especial aquella que se autodenominó prensa chicha (diarios populares), no ha realizado una actividad descriptiva (lo que ha ocurrido, el acontecimiento), menos aún una analítica y evaluativa (qué significa eso que ha ocurrido). Esta degeneración de las funciones de la actividad periodística le ha hecho mucho daño a nuestro pueblo-nación y ese papel mediatizado de la prensa peruana de estos últimos años se ha erigido en falso modelo y sigue enseñando de manera equivocada: cuál debe ser el comportamiento más adecuado en sociedad: qué se necesita comprar, por quién se debe votar en unas elecciones, adónde puede irse uno de vacaciones, porqué se está o no se está feliz, entre otras cosas. Los medios pueden influir mucho en la opinión, en la forma de actuar y de comportarse, etc.

Es entonces cuando se cumple la premisa: "cuanto más lectores tiene un medio, más poder tiene éste para influir en la opinión pública". El caso es que, en nuestros días, esos consumidores de prensa se han convertido en un objeto de deseo. Los periódicos necesitan lectores para ofrecerlos a los anunciantes y, de esta forma, captar recursos publicitarios. A su vez, los diferentes intereses políticos y económicos de un sistema social repercuten en los contenidos que se trasladan a esos públicos lectores.

Por lo tanto, muchos profesionales de la prensa peruana han mentido para dar un salto cuantitativo durante el último cuarto del siglo XX. El poder de la prensa en el Perú, mediante la influencia que ejerce en la sociedad, se ve reflejado en la historia del periodismo a través de diarios de los que, por ejemplo, se dice que han puesto o han depuesto presidentes del gobierno. Por eso, no cabe duda de que hay que adjudicar al periodismo peruano -y en especial a la prensa chicha- un gran porcentaje de la responsabilidad de la quiebra moral en la que nada tiene valor y todo tiene precio. Ocioso agregar que cada día vemos cómo se maltrata la lengua de Cervantes, donde los eslóganes han sustituido a las ideas, los intereses a los ideales, el "qué" al "quién" y el "tener" al "ser". Pero, si bien el periodismo peruano en el último cuarto del siglo XX es responsable de la quiebra de la escala de valores que nos aflige, también tiene que asumir el deber de luchar para restablecerla.

Así como se luchó con ahínco por la libertad de prensa durante tantos lustros, luchemos ahora para rescatar su misión como faro orientador de las corrientes sociales que trazan los surcos profundos de la historia. Dentro de la prodigiosa revolución de la ciencia y de la técnica a que asistimos, debo rescatar la visión de espacio-tiempo histórico de Antenor Orrego, porque el hombre se está acercando a un nuevo humanismo en el que necesita hallar la respuesta a las grandes preguntas que lo atormentan.

En tal sentido, el periodismo peruano, indoamericano y mundial tendrá que estar al servicio de ese nuevo humanismo sin el agobio de la epistemología desvelada por el acceso a la verdad, pero con la decisión de subordinarse a las disciplinas normativas que lo habiliten como intérprete de cada día para afrontar las complejidades del mundo contemporáneo.

Para estar a la altura de su responsabilidad, el periodista -en especial el que ejerce esta profesión en el Perú- necesitará tener el rigor de un científico y la pasión de un predicador.

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