PENSAMIENTO ORREGUIANO: ESPACIOS DE PRODUCCIÓN, ESTACIONES INTELECTUALES Y EJES TEMÁTICOS

El trabajo intelectual de Orrego siempre se desarrolló en tres campos muy visibles. El primero, y el más importante sin lugar a dudas, es el filosófico. Es esta actividad, reflexiva y especulativa, poco común en el Perú de ese entonces y especialmente en un medio provinciano, la que prácticamente determina y orienta todo su quehacer intelectual. Orrego siente una especial atracción por la filosofía de la historia. Así, serán con la mente y los ojos de la filosofía que se acercará a sus otras dos áreas de interés: la estética, y la crítica literaria, ejercicio que muestra su gran afición por las letras, de manera especial por la poesía, la novela y el teatro. Sorprende que a pesar de ser un hombre vinculado a los quehaceres culturales pocas veces incursionará en el trabajo de creación literaria propiamente dicha. El mismo se encargó de señalar claramente su "incapacidad" para este tipo de ejercicio.

"...mi escaso talento o casi nulo talento narrativo. Este nunca he tratado de cultivarlo o desarrollarlo durante mi azarosa carrera de escritor y, pocas veces, en muy contadas ocasiones, ciertamente, me he visto en el caso de ejercitarlo en circunstancias que me fueran imprescindibles. Por este motivo, jamás intenté el género literario del cuento, de la novela o de la investigación histórica de acontecimientos, o de la simple crónica narrativa". (10)


Desde una perspectiva diacrónica o procesal es fácilmente percibible para toda persona que se acerque a estudiar su obra tres momentos.

El primero, que vamos a llamar Intucionismo Bergsoniano y Esteticismo y que durará de 1914 a 1920; el segundo, que denominaremos Americanismo Social y que abarcará de 1923 a 1946; y el último, que bautizaremos como Humanismo Americano que se extenderá de 1947 a 1960. Sin embargo, es posible encontrar ciertos hilos conductores o ejes temáticos que van a atravesar todos estos estadios. Mencionemoslos rápidamente.

(1). Unidad de análisis: América Latina.
El continente se revela como el eje central de su pensamiento. Aparece en su discurso siempre no solo como un punto de partida sino también de llegada.
(2). Crítica al Pensamiento y a la creación artística latinoamericana tradicional.
No ha sido libre sino todo lo contrario ha tenido un carácter y/o naturaleza liberta, manumetida, etc.
(3). La función social del escritor y del artista latinoamericano.
Ambos tienen una enorme responsabilidad pues su pensamiento y/o creación artística necesariamente debe tener tres características esenciales. Primero, ser realmente autónomo, auténtico y original. En ese sentido, la imitación, la repetición, el colonialismo mental, los esquemas etnocéntricos cuando no eurocéntricos, son duramente cuestionados y combatidos.

Segundo, poseer una dimensión práctica, es decir, deben servir para mejorar y superar la vida.


Tercero, tener una estrecha relación con la sociedad. Así, se cuestiona el trabajo intelectual purista que no establece vínculos con el entorno social, cultural y con la historia. Por ejemplo, su libro Pueblo Continente: Ensayos para una Interpretación de la América Latina es un claro ejemplo de como la filosofía puede entablar contactos con otras disciplinas: la sociología, para entender la nueva estructura social clasista que reemplazó a otra de carácter estamental y que se constituyó con el proceso de formación de las haciendas azucareras del norte; y la economía política, en su versión marxista, para entender no sólo el proceso de concentración de tierras, y el control absoluto de las aguas de regadío de estas haciendas, sino también las repercusiones económicas que trae el capitalismo monopólico (imperialismo). Lo mismo podría afirmarse de Hacia un Humanismo Americano donde se reivindica a varios personajes latinoamericanos (Garcilaso, Bolívar y Vallejo) como expresión o símbolos del proceso histórico social y cultural de emergencia de una nueva conciencia continental.


(4). El esfuerzo por construir todo un marco teórico propio, entendida como una matriz analítica -Teoría del Espectro- para explicar sus principales tesis.


Esto es sumamente claro especialmente durante su segunda y tercera etapa -Americanismo Social (1923-46) y Humanismo Americano (1947-60)- y justamente sus libros Pueblo Continente: Ensayos para una Interpretación de la América Latina (1939) y Hacia un Humanismo Americano (1966) son una clara muestra de ello.


Todo este ejercicio creativo es algo realmente inédito no sólo en la filosofía peruana sino también latinoamericana. José Enrique Rodó, Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondy, Enrique Dussel, solo para citar algunos nombres de los filósofos latinoamericanos más importantes del siglo pasado y del actual, si bien han levantado diversas tesis o planteamientos, ninguno de ellos se han caracterizado por construir un andamiaje teórico que los convalidara.


(5). El Latinoamericanismo filosófico e artístico.

En esa época la gran mayoría de los filósofos se caracterizaban por ser meros y simples intermediarios de conocimientos producidos por filósofos de otras latitudes (europeos) y de otros tiempos (clásicos griegos). Es decir, el trabajo filosófico se limitaba simplemente a repetir, difundir y divulgar lo que otros filósofos ya habían escrito y/o reflexionado. Salvo las notables excepciones de los ya mencionados, especialmente Rodó y Vasconcelos, los filósofos latinoamericanos no habían generado un conocimiento propio que contribuyera al debate filosófico mundial.


En contraposición a todo esto el latinoamericanismo orreguiano, que como ya se ha dicho, es producto de todo un proceso histórico por el que atraviesa el continente, no sólo aporta en lo que se refiere a una nueva actitud filosófica, el transformarse de receptor en productor, sino y sobre todo, a la aparición de la constitución de una filosofía propiamente latinoamericana. Que esto es así, lo demuestra el estudio de su obra que ya a nivel continental e internacional se ha comenzado a revalorizar (Leopoldo Zea, Günther Maihold, etc.). Y es justamente, Maihold quien con más insistencia ha llamado la atención sobre la importancia y actualidad del pensamiento orreguiano en la filosofía política latinoamericana de hoy en día.


"El valor de un estudio de la obra de Antenor Orrego no reside tanto en el hecho de que figura entre la destacada generación del 20 en el Perú, sino en su función como hombre de síntesis y personaje de tránsito: es decir, por un lado, representa todo el pensamiento de su tiempo, de González Prada hasta Haya de la Torre, y por el otro lado, funciona como puente que abarca hasta las discusiones actuales de la filosofía latinoamericana acerca del problema de la originalidad y de la autenticidad".(11)


Pero la vigencia y/o actualidad de la filosofía orreguiana en la filosofía latinoamericana contemporánea se encuentra presente no sólo en los dos temas que apunta Maihold -originalidad y autenticidad- sino también en el desencuentro que se produjo entre el mismo Haya de la Torre y Leopoldo Zea(12) como en los debates y polémicas que se suscitaron alrededor de la filosofía de la dominación (Augusto Salazar Bondy versus Zea(13) a fines de los años 60 como en la actual filosofía de la liberación que tiene en el filósofo argentino Enrique Dussel a su máximo exponente(14) y que ya ha provocado algunos roces con el filósofo alemán Karl Otto-Apel(15) .

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