La plegaria del ateo

Oh Señor!, sabéis que no creo en vos tal como os describe la Biblia y os cree la Iglesia. Sabéis que no creo en la Biblia como palabra de Dios. Si es verdad, como se afirma, que habéis creado el Universo, dedúcese que habéis creado cuanto en él se encuentra. Habéis creado el mal como el bien, el demonio como los ángeles, el cielo como el infierno. Si vos habéis creado los hombres, los habéis hecho tal cual son. Si son buenos, es porque vos lo habéis querido; si son malos, es porque así os plugo. Si sois todopoderoso y universal como se pretende, no existe cosa mala o acción malvada que no sean resultantes de los temperamentos o circunstancias que vos habéis creado. Si hay un infierno y los hombres arden en él eternamente, es porque vos lo habéis deseado. Todas las cosas son posibles para vos. Si hubierais querido hacer a los hombres buenos y dichosos lo habríais hecho. Os plugo hacerlos malvados y miserables. Por consecuencia, no sois bueno ni amáis a vuestras criaturas. Es evidente que sus sufrimientos os causan placer; sino, los hubierais hecho dichosos. ¿Creeré en vos, a quien no podría adorar, sino movido por el temor, la más vil de las emociones y la única que parecéis deseoso de suscitar? No podemos amaros por el bien que habéis hecho; no sirve sino para hacernos más miserables al compararlo con el mal que nos habéis forzado a sufrir. Oh Dios, si la Biblia es en verdad vuestra palabra, si sois el que describe el Antiguo Testamento, no puedo sino odiaros, y sentirme satisfecho de no creer. Y ahora, oh Señor, si yerro, es porque vos me habéis creado así, pues vos no podéis hacerme creer y hacer lo que os plazca. Creado por vos, no soy sino un simple instrumento entre vuestras manos, no soy responsable de nada. No poseo la facultad de elegir entre el bien y el mal, como se me ha dicho que debo hacerlo, puesto que no puedo juzgar del bien y del mal, sino por medio de un cerebro que vos habéis creado, con plena conciencia de las conclusiones a las que me llevaría. Es sobre vos y no sobre mí sobre quien pesa la responsabilidad. Me considero feliz de no ser lo bastante cobarde para temer, ni lo bastante débil para adorar a una criatura tan horrible como el Dios de la Iglesia. Amén.

Herbert Spencer

Entradas populares