La pelea, por ahora, es saber quiénes serán los historiadores.

Por Juan Orlando Orrego Sevilla

García creyó que las más de 150,000 obras que hizo su segundo gobierno serían al final, en la balanza de la historia, las que pesarían más. Ese fue uno de sus yerros. Por eso, quizá jamás se ocupó de desarrollar una estrategia propia para "de construir" o "destruir" todas las percepciones negativas que a diario un sector de medios, analistas y periodistas levantaban e insistían contra él. Por ejemplo, de los casi 4,000 indultos, que decían sus enemigos había autorizado. Al final Facundo Chinguel, su supuesto cómplice, fue procesado solo por dos.

Es cierto, a la luz de hechos que la política es también la guerra por el relato. Quién construye e impone el relato es casi siempre el vencedor. 

En algún momento entre el 2016 se le dijo y el dudo, era un democrata actuando una país perversamente antisistema y cuesta creer que un lector tan afamado de Maquiavelo olvide los principios básicos de "El Príncipe" y olvide que los profetas deben procurar estar armados de lo contrario son devorados por los lobos. García sin el poder presidencial era un profeta desarmado.

¿Fue exceso de confianza? ¿Desidia? ¿Vanidad? No se sabe. Aún hoy, tiempo después de su muerte, queda la pregunta de por qué un político de esa naturaleza como García no previó que al dejar su gobierno, aquellos periodistas y medios, que en su día lo apoyaron y bailaron con él en el plató de televisión, se encargarían de destruirlo.

Fue esa prensa la creo esa imagen ante el ciudadano negativa del gobierno que, luego de Leguía y del primer belaundismo, construyó más obras en la República. 

El segundo error de García fue darle parcelas de responsabilidad estatal a la izquierda mesocrática. Sí, a esa misma izquierda caviar y mesocrática que luego sería la punta de lanza de la persecución en su contra. ¿Creyó García domesticar, otorgándole poder, a la izquierda criolla, cuya vocación estatal es voraz.

García,  se equivocó con la izquierda mesocrática, un enemigo histórico, no de García solamente, sino del Apra en general, y que contribuyó a la exclusión del aprismo de la vida democrática en el siglo XX.

Hoy García está muerto y el felonia mediática continúa, porque a Vizcarra le sirve para poder ocultar su defectos de gobierno. No me cabe duda que García trato de ser demasiado democrata, su actitud y deseo por ser recordado en este sentido le evito aplastar a los enemigos de toda una vida. Y para que vean lo cierto de esto, nadie se atreve a reconocerle que mal o bien, bueno o malo respeto la democracia y le dió el nivel al Presidente Constitucional cuando tuvo que representar al país.

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